Volví a mirar el reloj y calculé mentalmente, llevaba parado en esa esquina poco más de cuarenta minutos sin ver aparecer el colectivo. Sin ver casi ningún vehículo por la calle, si descontamos a los dos o tres ridículos en sus monopatines eléctricos en una calle empedrada. Cuarenta minutos son dos mil cuatrocientos segundos, una infinidad de nanosegundos y un caudal sin igual de pensamientos y frustraciones por no haberme decidido a comprar el auto cuando podía hacerlo. Lo peor de todo es que había salido con tiempo más que suficiente para llegar y disfrutar de unos minutos de tranquilidad y solaz antes de todo lo que sucedería luego, pero esa tranquilidad fue transformándose poco a poco en ansiedad, en angustia, cuando a los diez minutos seguía parado en la esquina, cuando a los veinte minutos continuaba en el mismo lugar, cuando a la media hora apenas mantenía una leve expectativa de ver aparecer al colectivo un poco más allá, en la otra cuadra, con su cartel luminoso irreconocible por la distancia y la miopía. A los cuarenta minutos de estoica permanencia en la esquina ya había abandonado en la puerta del infierno mucho más que la esperanza.
El compromiso al que debía llegar estaba pactado de antemano desde hacía semanas, llevaba esperándolo con tanta ilusión como la que ahora me hacía el ver aparecer el colectivo; por eso me había preparado y salido con mi mejor ánimo, con lo más cercano a la alegría que podría llegar a obtener por mí mismo y esperado que todo saliera bien para llegar de buen humor. No contaba con que circunstancias externas a mi persona y mis posibilidades intervinieran y que debería esperar, como se espera que suceda uno de esos milagros en los que nunca creí, por casi cuarenta y cinco minutos el colectivo. Pero no fue hasta los cincuenta minutos de espera rodeado por el persistente silencio de la media tarde de otoño que la más completa desolación ocupó mi pensamiento.
Si hubiera decidido ir caminando en vez de esperar el colectivo, para este momento ya habría llegado, incluso con unos pocos minutos de antelación, cansado, sudado, sediento y con ganas de volverme, pero estaría allí y no aquí, en esta esquina. Ahora era tarde, estaba condenado a seguir esperando por el resto de la eternidad, y si es que existe algo después de la muerte, sin dudas también en ese después tendría que esperar.
―Bobby, vení para acá ―dijo una voz de mujer. Bobby suena a nombre de perro pequeño, de esos que pueden llevarse debajo del brazo, dentro de una cartera, en un cajón de frutas, no el de un gran danés que si decidiera agachar un poco la cabeza podría mirarme a los ojos y yo contemplar el vacío detrás de ellos―. Perdón, disculpe.
Miré a la mujer y asentí muy lentamente para no alterar a Bobby.
El enorme mastín se inclinó a oler el tronco del árbol junto al que estaba parado, volvió a mirarme y se alejó. Cada paso suyo eran tres o cuatro pasos de la mujer que no lograba darle alcance.
―¿Espera el colectivo? ―Me preguntó antes de llegar al siguiente árbol―. Mire que cambió de recorrido, no pasa más por acá.
―¿Qué? ―fue lo único que mi sorpresa me permitió articular.
―Para el lado del centro pasa a dos cuadras de acá. ¿De verdad no sabía? Ya hace varios días de esto ―Me miró como quien mira a un enfermo terminal desahuciado por todos los médicos de la ciudad, del país, del mundo.
―No, la verdad no lo sabía.
―Bueno, son dos cuadras nada más ―señaló en la dirección en la que debía caminar.
Se alejó para intentar alcanzar a Bobby. Miré el reloj, ya era tarde, demasiado tarde para intentar otra cosa que no fuera volver a mi casa sintiéndome como el estúpido que siempre fui y seré.
16 comentarios:
Arrancamos la temporada 2025 de Proyecto azúcar.
Espero que me acompañan en este nuevo año con sus lecturas y comentarios.
Saludos,
J.
Seguro que seguiré acompañando.
Suele pasar que un colectivo tarde tanto.
Y que cambie de recorrido también suele pasar.
Que frustrante debió de ser para el personaje, toda una planeación frustrada por esas circunstancias.
Saludos.
Quizás sea tarde pero algo se puede hacer, ¿No?, un cambio de planes podría funcionar mejor que ir a casa a lamentarse.
Te vas metiendo con el personaje, sientes si letargo.
Cuando lo usaba... hace tanto... una vez al año cambiaba su ruta, un único día; y era un caos.
Odiamos a todas las líneas de colectivo que se confabulan en hacer de nuestras vidas un infierno. 😂
Me gusto tu relato. Te mando un beso.
Pero al final...
Me quedé con la intriga
¿Con quién?
¿Qué pasó?
¿Qué onda?
A lo mejor el de la cita te estaba esperando aún...
Abrazos
José. Más tonto ha de sentirse bobi, mira que nombrar así a un tremendo perro con un nombre tan ultra mega genérico, le resta a su personalidad, garbo, a su buen porte. Yo creo que alguien que quiere poco o nada a su perro, le pone ese nombre. Sin proponérselo, Bobi te salvó de la debacle total. Otro saludo.
Le faltaba un móvil...
Saludos.
El protagonista del otro extremo de la cita resulto atropellado por un colectivo que no pasaba por donde debía.
Como todas las cosas, la frustración hay que alimentarla, y un autobús es tan bueno para ello como cualquier otra cosa.
Tú sí que eres puntual, no como el prota. Dijiste primeros de marzo, y llegas el primero de los primeros( dias)
Abrazooo
La vida es esperar cosas que nunca llegan y conformarnos con las que sí aparecen ;)
Me pasó justo eso que has contado, sumado a la frustración de haberme informado el día anterior de la ubicación exacta de la parada. Pero, sorpresa, es que la web "no la actualizamos"... Creo que nunca he estado tan cerca de matar a alguien.
Yo creo que nunca es tarde, aunque a veces el proyecto se frustre, siempre se puede volver a empezar.
Original texto.
Un abrazo
Ese maldito momento de "si me hubiera ido caminando ya estaría a medio camino, si tomo el camión ahora llegaré casi al mismo tiempo, pero tengo que esperarlo, y si no llega me iré caminando perdiendo TODO el tiempo del mundo", la historia de mi vida.
¿Quién no se ha visto así en algún ocasión?
Salu2.
Jajaja, increíble perderse entre una espera y un perro llamado Bobi, realmente me dio mucha gracia todo, me encanto, me alegro de que estés de regreso.
Abrazo
Me sentí parada en esa esquina, esperando eternamente un colectivo que no pasaría nunca por allí...Recordé mis viajes en el 60 y cuantas veces seguía de largo,y me quedaba con la misma cara y frustración que tu protagonista.
Hacés de lo más sencillo una historia que te atrapa.
Un saludo.
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