Los indicadores funcionaban de manera correcta cuando comenzaron a sonar pitidos y alarmas no del todo inesperados.
―¿Qué es eso? ―preguntó el técnico de sistemas sentado a mi izquierda.
―Se está llegando al punto de fusión ―respondió otro de los técnicos.
Lo bueno de contar con ayudantes es que después de un tiempo comienzan a responder entre ellos sus propias dudas sin que yo tenga que intervenir, pudiendo reclinarme y mirar las gráficas del experimento en las pantallas.
―Todavía no alcanzamos la máxima potencia.
―Aunque los materiales resistirán un poco más, el punto de entropía no se encuentra lejos.
Miré las gráficas otra vez y luego a la pantalla, el sol de hierro, como lo llamábamos, comenzaba a resplandecer. Las grandes vigas doble te de dos metros de ancho, tres de grosor y seis de largo se unían a un centro de carbono ionizado formando una figura que muy vagamente recordaba a la imagen de un sol dibujada por un niño con sus rayos extendiéndose en todas las direcciones de la circunferencia. Si la prueba salía bien descubriríamos una nueva fuente de calor, de luz, de energía, para la humanidad. Si todo salía mal, bueno. No quería pensar demasiado en lo que ocurriría en ese caso.
―Diez porciento para máxima potencia ―dijo el tercero de los técnicos.
―Los extremos comienzan a fundirse, perderemos la unidad estructural. Los parámetros…
―Continúen ―interrumpí.
Aún con todos los filtros activados, ya no podían mirarse las pantallas, de tan brillante que resultaba la imagen dañaba los ojos.
―Ocho porciento.
―Estructura estable.
―Siete porciento.
Antes de que el técnico diera el aviso del seis porciento una alarma más intensa e insistente que las anteriores nos envolvió.
―Riesgo de fallo inminente ―dijo el técnico mecánico que hasta ese momento no había hablado.
―Continúen.
―Pero, Señor…
―Continúen ―repetí aunque no me gusta hacerlo, no me gusta repetirme.
El final estaba cerca, yo lo sabía, ellos lo sabían. Fracasábamos o triunfábamos, no había más opciones. Vivir o morir, sin nada entre uno y otro extremo. Siempre lo había sabido, este era el momento de la verdad.
―Máxima potencia.
―Materiales en punto de ebullición.
―Temperatura crítica.
―Solo son quince segundos ―dije.
―Los materiales no resistirán.
―Tampoco nosotros.
―Será nuestra gloria ―dije.
―O nuestro fin ―dijo alguno de los técnicos, no me importó saber cuál de ellos.
El resplandor ocultaba cualquier otra cosa que hubiera para ver; eso podía significar que el sol de hierro se había encendido en su totalidad o que había estallado destruyéndonos a todos con él. Llevaba tanto tiempo conteniendo la respiración que debía obligarme a exhalar y volver a respirar. Solo eso quedaba por hacer, respirar y esperar.
3 comentarios:
¿Para qué necesitarán tanta energía?
Saludos,
J.
Me gusto el relato. A veces parece que no tenemos suficiente de cualquier cosa. Te mando un beso.
Un final abierto.
Con los personajes al borde de un desastre, de gran magnitud, o del gran descubrimiento.
Tal vez para evitar que se corte la luz, con todos los aire acondicionados prendidos. O para un super colisionador de partículas.
Saludos.
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