sábado, 26 de abril de 2025

La tempestad

Ese día, apenas comenzado el atardecer, se desató la tempestad. No perderé el tiempo diciendo que fue una tormenta como nunca se viera en la región o cosa similar. Cada tormenta, como cada vida, como cada recuerdo, es diferente, es única e irrepetible. Fue esa tormenta devastadora, de esas que derriban construcciones y arrancan árboles, desbordan ríos, destruyen aldeas o pueblos. Fue una tormenta con ese viento que por momento se transforma en una tenue brisa para luego volverse un huracán que azota en todo su esplendor. La lluvia fue tenue un instante, apenas unas chispas por el resto de la tarde, una continuidad de agua fluyendo sin final durante la noche. Los truenos retumbaban como todos los truenos al desprenderse de su carga, llegaban las nubes cargadas, se descargaban en parte antes de continuar su camino.
    Fue una tormenta como tantas otras antes, como tantas otras después, y poco más.
    Fue mi tempestad. Mía como se señala algo personal, algo privado, algo que no compartiría con nadie, algo que solo yo recordaría de esa manera porque simbolizaba tantas cosas que ya no estaban, tantas cosas que se habían perdido, tantas cosas que debía dejar ir. Toda una vida, para volver al lugar común del que se hace cada vez más difícil salir, en el que caemos una y mil veces y mil veces más cuando intentamos alejarnos de él. Como la piedra con la que chocamos y chocamos y chocamos aun sabiendo que está ahí, en medio de nuestro camino y que esquivaremos, para volver a chocar con ella. Yo soy quien choca con la piedra y yo soy la piedra, tercos por igual los dos, esperando que sea el otro quien cambie primero para no tener que hacerlo uno. Por eso chocamos y chocamos y chocamos.
    Una vida completa de choques y más choques.
    La tempestad continuó, yo deje de verla cuando decidí ponerle. Podría haber sido ayer, podría haber sido mañana, pero el mejor de los momentos posibles es hoy, ahora, en medio de esta hermosa tempestad, que en este momento es mía, mía y de nadie más.

3 comentarios:

José A. García dijo...

Algunas cosas se terminan apenas comenzar...

Saludos,
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Tener una tormena en exclusividad.
Curioso deseo.
Saludos, colega demiurgo.

J.P. Alexander dijo...

Me gusta la lluvia y tenerla siempre no se sería genial y terrible. Te mando un beso.