Ese día, apenas comenzado el atardecer, se desató la tempestad. No perderé el tiempo diciendo que fue una tormenta como nunca se viera en la región o cosa similar. Cada tormenta, como cada vida, como cada recuerdo, es diferente, es única e irrepetible. Fue esa tormenta devastadora, de esas que derriban construcciones y arrancan árboles, desbordan ríos, destruyen aldeas o pueblos. Fue una tormenta con ese viento que por momento se transforma en una tenue brisa para luego volverse un huracán que azota en todo su esplendor. La lluvia fue tenue un instante, apenas unas chispas por el resto de la tarde, una continuidad de agua fluyendo sin final durante la noche. Los truenos retumbaban como todos los truenos al desprenderse de su carga, llegaban las nubes cargadas, se descargaban en parte antes de continuar su camino.
Fue una tormenta como tantas otras antes, como tantas otras después, y poco más.
Fue mi tempestad. Mía como se señala algo personal, algo privado, algo que no compartiría con nadie, algo que solo yo recordaría de esa manera porque simbolizaba tantas cosas que ya no estaban, tantas cosas que se habían perdido, tantas cosas que debía dejar ir. Toda una vida, para volver al lugar común del que se hace cada vez más difícil salir, en el que caemos una y mil veces y mil veces más cuando intentamos alejarnos de él. Como la piedra con la que chocamos y chocamos y chocamos aun sabiendo que está ahí, en medio de nuestro camino y que esquivaremos, para volver a chocar con ella. Yo soy quien choca con la piedra y yo soy la piedra, tercos por igual los dos, esperando que sea el otro quien cambie primero para no tener que hacerlo uno. Por eso chocamos y chocamos y chocamos.
Una vida completa de choques y más choques.
La tempestad continuó, yo deje de verla cuando decidí ponerle. Podría haber sido ayer, podría haber sido mañana, pero el mejor de los momentos posibles es hoy, ahora, en medio de esta hermosa tempestad, que en este momento es mía, mía y de nadie más.
10 comentarios:
Algunas cosas se terminan apenas comenzar...
Saludos,
J.
Tener una tormena en exclusividad.
Curioso deseo.
Saludos, colega demiurgo.
Me gusta la lluvia y tenerla siempre no se sería genial y terrible. Te mando un beso.
En un campeonato de persistencia, ni la piedra ni la tpestad tienen nada que hacer contra el humano.
Y si es en el error, ni la propi
a persistencia tiene ninguna
posibilidad.
Abrazooo
Pues ya sabes, José, a la próxima tempestad que venga hay que ponerle tu nombre...
Salu2.
Tantos tropiezos y tantas caídas nos llevan al inequívoco de que la vida es un continuo accidente.
Pero a los humanos nos encanta. Es como un bucle.
Y sí, una tempestad propia es algo grande de cuidar.
Salud.
Y algunas se terminan porque no logran empezar...
Gran micro, amigo.
Abrazo sin sombrero!!
Creo que estamos en épocas de tempestades personales, y que cada uno va gestionando como puede. A veces con esa intimidad de sentir que nos inunda y otras que nos ahoga y queremos solamente huir.
En todo caso tus relatos siempre dejan un sinnúmero de sensaciones.
Saludos.
Atento al portal lo espero impaciente. Tengo un recortada. Ya no soporto mas.
Me gusta el cine. Aquel día reponían "Al este de Edén" y siempre quise ver esta película en el cine. El día era primaveral, ocioso, espléndida tarde para pasarla con una bolsa de palomitas.
Jamen Dean tiraba piedras a una casa blanca y entonces comenzó mi suplicio pues un minúsculo dolor se instaló en mi cabeza. No era para tomarse una aspirina ni mucho menos para tomarlo en serio pero, me preocupaba...Termina la película y mi inquilino no se iba.
Pasan los días, los meses, los años. Imagínense que es vivir con un pequeño dolor en el hemisferio derecho de mi cabeza. Fui al neurólogo y todas las pruebas dan negativo pues la resonancia, el escáner, el TAC, todo, absolutamente todo, da negativo. Tomo pastillas que no sirven de nada y como recurrir, he ido hasta a curanderos pero este dolorcito no se va de mi cabeza. No saben ustedes la desazón profunda que siento y un amigo me recomienda hacer psicoanálisis ya que le comento que le he cogido fobia a esa película justo cuando James Dean tiraba piedras.
- Puede ser psicológico (dice mi amigo).
Mi terapeuta me invita al diván y yo me tumbo con el corazón abierto. El es un hombre joven recién casado. Yo ya soy mayor para el y me da la desconfianza de no saber si sabrá desempeñar su trabajo.
Pasa bastante tiempo. A este hombre le he dicho cosas de mi pasado que no le he comentado ni a mi mujer incluso, hasta sueños comprometedores y sin embargo, somos tres: Yo, mi terapeuta y el dolor que nunca cesa. Le comente mi recuerdo en ese instante donde mi vida cambia pues confieso que en ese momento sentí rechazo por James Dean un segundo antes del dolor...pero sigue pasando el tiempo; un tiempo desesperante pues la terapia va lenta; muy lenta y yo, me pongo de los nervios muchas veces sin razón alguna como si de una manera u otra pudiera vencer la desazón de este dolor...
Atando cabos sobre mi personalidad, el psicoanalista me sugiera que vea otra vez la película pues la reponen en el cine Imperial. Quiere saber que es lo que pienso en ese momento pues cree que este dolor es un fantasma del pasado.
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