―Esta es una de las que más me gusta ―dijo la abuela y acercó tanto la foto a su cara que parecía querer meterse en la imagen; luego me miró con sus ojos estrábicos y me la pasó―. Es única.
Miré la foto. Estaba ella, claro, y los mismos tres niños de las fotos anteriores, a los que seguía sin reconocer y sobre los que no quería preguntar por una cuestión de, digamos, respeto.
La abuela estaba en el centro de la foto, abría los brazos, con sus músculos flácidos y caídos de mujer mayor, llevaba un vestido negro. Vestía de ese color desde la muerte del abuelo. Uno de los niños se abrazaba a ella por la derecha, otro, una cabeza o dos más bajo que el anterior, lo hacía por la izquierda. Todavía un poco más abajo, con la cara en parte cubierta por los pliegues de la falda, estaba el más pequeño de los tres niños. Miraban hacia la cámara y sonreían, o sonreían porque miraban a la cámara, no lo sé. Cualquiera de las dos opciones era igualmente válida.
―Estamos todos y sonreímos ―dijo.
¿Estamos?, pensé. Volví a mirar la foto. Solo la reconocí a ella; no sabía quiénes eran los otros tres, que se parecían entre sí como fueran hermanos o algún otro parentesco similar. Tampoco podía adivinar cuál era la relación de esos tres con la abuela. Miré con mayor detenimiento buscando algún detalle que me indicara algo, lo que fuera, un indicio para saber qué buscar en mi memoria, en qué pensar.
―¿No te gusta?
Miré su expresión, su cuerpo pequeño sentada al borde de la cama de la que apenas se levantaba. Recordé lo que el médico dijera en mi visita anterior y pensé en algo diferente a lo que pensaba para responder.
―Es interesante...
―Y todos sonreímos.
―Es verdad ―me mordí la lengua antes de preguntar quiénes eran esos niños.
Su mirada de perplejidad sin dudas superaba la mía, parpadeó varias veces, como si no estuviera segura de haber escuchado bien, aunque sabía que sí lo había hecho.
―¿Te sentís bien, querido?
―Sí, abuela. ―Señalé la foto―. Es que no los reconozco.
―Son vos.
―¿Cuál de los tres?
―¿Cómo que cuál de los tres?
Por el tono de sus palabras, me daba cuenta que la abuela no llegaba a entender qué era lo me resultaba tan extraño.
―Sí, eso, abuela. ¿Cuál de los tres soy yo?
―Los tres son vos, querido ―extendió su mano para tomar la foto y rozarme la frente. Recordé ese gesto, solía hacerlo mucho cuando la visitaba más seguido y yo no entendía lo que ella creía que yo ya tenía que saber. Esta vez no llegué a sentir su mano.
―No puedo ser los tres, abuela.
―Este ―señaló al niño más pequeño de la foto, casi junto a su rodilla―, sos vos a los seis años. Mirate con esa sonrisa indisimulable, la primera o segunda vez que viniste a visitarme ―ella también sonrió como recordando―. Este sos vos a los diez u once años, no estoy segura, pero sí sé que te costó mucho más sonreír para la foto ―me miró y señaló al tercero de los niños, al más grande, sobre su derecha―. Acá ya tenés quince años. Venías a contarme un montón de cosas nuevas que habías hecho, que te habían pasado y que solo me podías contar a mí.
―Venía ―repetí―. Acaso… ¿No llegué?
―No ―respondió la abuela―. No llegaste. Ni esa vez ni ninguna otra ya.
―Pero, entonces…
―Pero, entonces ―dijo ella―, voy a guardar las fotos otra vez y a pensar que sí llegaste y que cada verano, o verano por medio, mejor, para que no duela tanto, te acordás de venir a visitarme para contarme tus cosas. Aunque ya no lo hagas, aunque eso ya no pase.
Guardó la foto junto con el resto de ellas dentro de la caja de madera, la cerró apagando el mecanismo de proyección y la dejó sobre la mesa de noche. Miró por la ventana de la habitación, y a pesar de que el sol de la media tarde seguía allí se recostó pensando que lo mejor sería volver a dormirse.
en el texto, pero se le parece bastante.
4 comentarios:
Por alguna razón creo que este tipo de escenas se volverán cada vez más comunes.
Saludos,
J.
Vaya cargo de conciencia para el protagonista. Si es que existe. No sé si las personas que no existen pueden tener cargo de conciencia.
Abrazooo
El narrador, e¿s un fantasma o sólo está en la mente de su abuela?
Saludos.
Me gusto el relato. Te da mucha pena. Te mando un beso.
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